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sábado, 20 de febrero de 2010

RINCON DEL ROMANTICISMO....AMORES MAS ALLA DEL TIEMPO RAUL Y MARTHA

EL AMOR TRÁGICO (Raúl Barón Biza y Martha Rossi Hoffmann)


Raúl Barón Biza, millonario, joven y exitoso. Nació en Córdoba en 1899, de acomodada posición era hijo de los millonarios Wilfrid Barón y Catalina Biza, poseedores de grandes latifundios en la provincia de Córdoba. Desde joven había incursionado en la política, la literatura y los negocios. Así, apoyó al líder radical Hipólito Yrigoyen, una posición extremadamente inusual en las clases más acomodadas; en 1924 publicó Risas, lágrimas y sedas. En el orden de los negocios, introdujo el cultivo sistemático del olivo en Argentina, y organizó la explotación de minas de wolframio y bismuto en el noroeste del país. El Barón Biza era un reblede, de carácter y actitudes imprevisibles, loco, inteligente y hasta tierno. Actuaba sometido a los extremos, todo negro o blanco, nada de medias tintas. Esta personalidad “bipolar” se materializó en todos los actos de su vida…
Cuando estaba de vacaciones en Italia, conoció en Venecia a la actriz austriaca Rosa Martha Rossi Hoffmann, que actuaba con el seudónimo de Myriam Stefford. Tras un rápido y apasionado romance, el 28 de agosto de 1930 contrajeron matrimonio en la catedral de San Marcos, ella tenia 22 años y él 31. Todos se asombraban de la dulzura de Myriam y, más aún, del hecho de haberle contagiado a Barón Biza algo de ella. Pronto, Raúl se olvidó de su vida de Playboy y se alejó del alcohol, las fiestas descontroladas, el juego. Realmente, estaba enamorado, compartiendo todo con su esposa hasta un pasatiempo como la aviación. Sin embargo, este pasatiempo que los unía será también lo que los separe para siempre.
Raúl y Martha volaron juntos en un pequeño aparato el tramo Río de Janeiro-Buenos Aires. Casi enseguida formaron parte de un raid que debía cubrir las catorce provincias que formaban entonces la Argentina. De esta manera, a bordo de una avioneta bautizada como Chingolo I comenzaron la aventura, pero debieron aterrizar de emergencia en dos ocasiones. Barón Biza decidió abandonar el raid, ya no lo entusiasmaba, pero ella, siempre sonriente y con la aventura corriendo por su sangre, eligió seguir. Martha abordó otro avión, el Chingolo II, y la acompañó otro copiloto y el alemán Luis Fuchs. Sobrevolaban la provincia de San Juan y no faltaba mucho para aterrizar pero, a la altura de Marayes, un pequeño pueblo rodeado de un gran desierto, la nave perdió sustentación y cayó. Los dos tripulantes murieron en el acto, el 26 de agosto de 1931.
Cuando su esposa falleció trágicamente faltaban dos días para cumplir un año de casados. Raúl Barón Biza, desconsolado, desganado hizo construir en el lugar donde murió Martha un monumento donde hizo incrustar el motor destruido del avión de Myriam.
Sin embargo, el desconsuelo de Barón Biza lo llevó a construir en los Cerrillos, una estancia donde la pareja había vivido, junto a la ruta 5 que une Alta Gracia con Córdoba, un mausoleo enorme. Para ello contrato al ingeniero Fausto Newton. El mausoleo era un obelisco de 15 metros de altura por lado. En su interior, guardaba una cripta que guardaría para siempre los restos de la mujer amada. También allí hizo que se pusieran junto a ella todas sus joyas, incluido un enorme diamante de 45 kilates conocido como La Cruz del Sur. Para que nadie se atreviera a profanar el lugar, ubicó la cripta con las joyas a 6 metros de profundidad, la hizo cubrir con hormigón armado y colocó explosivos de gran poder que no se pueden advertir a simple vista. Hubo quienes pensaron que esto último no era cierto y sólo se trataba de una amenaza falsa para evitar intrusos, pero muchos años después, sumándose a las decenas de profanadores que se detuvieron tan sólo con el hormigón, hubo un grupo oficial que investigó con aparatos el sitio y, en efecto, detestaron la presencia de poderosos explosivos.
En ese lugar, Barón Biza hizo colocar una placa muy visible en la que está escrita la frase: Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que en su audacia, quiso llegar hasta las águilas. Sin embargo, en pleno Buenos Aires se iniciara en 1935, la construcción del obelisco. Ese monumento en plena avenida 9 de Julio mide 67 metros y medio. Barón Biza, no quiso que la construcción porteña superara al monumento de su esposa, así que se decidió a superarlo en altura. De esta forma, la construcción mezcla de cripta funeraria y cueva de tesoros mide 84 metros, es decir 16 metros y medio más que el obelisco de Buenos Aires. Es el mausoleo más grande del país. Sin embargo, los amores contrariados no terminaran con esta historia, Barón Biza también vivirá un amor oscuro…


EL AMOR TRÁGICO II (Raúl Barón Biza y Rosa Clotilde Sabattini)


Fue a partir de esta historia cargada de celos y locura que se conoció al apellido Barón Biza como “el nombre de la maldición”. En 1935, el mismo año en que se erigió el mausoleo y a cuatro años de la muerte de su esposa Myriam, Raúl conoce a una joven de 17 años hija de una familia reconocida de Córdoba, los Sabattini. A pesar de que le llevaba casi veinte años, comenzaron un romance Rosa Clotilde Sabattini, era hijo de un amigo íntimo de Barón Biza, Amadeo Sabattini, gran caudillo radical en Córdoba. La pareja continúa el romance en secreto hasta el punto de que huyen a Europa y se casan en secreto, despertando la furia y el repudio de la familia Sabattini.
Sin embargo, él la ayudó en sus estudios en Suiza, los que harían de ella una de las mejores pedagogas de los años siguientes. Rosa Clotilde Sabattini había cursado sus estudios primarios y secundarios graduándose de maestra normal para luego ir a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, dónde se tituló como Profesora de Historia. Por sus excelentes notas le fue concedida una beca en Suiza para realizar estudios sobre los métodos educativos y pedagógicos europeos. Cinco años más tarde, regresan a Argentina, pero Barón Biza había retornado a su vida licenciosa de soltero. Con Rosa habían tenido tres hijos, pero la convivencia entre ellos se fue haciendo cada vez más insoportable. Las peleas eran continuas e incontrolables, las actitudes del hombre eran tan reprochables como para que el hermano de Rosa lo retara a duelo, y duelo en serio ya que ambos terminaron con heridas de bala.
Todos estos episodios hacían que el matrimonio se torne insostenible. De esta forma, Rosa huye con sus hijos y permanece deambulando. Hasta que en 1964 pide formal y oficialmente la separación definitiva. Ante este pedido, Raúl la cito a Rosa y a sus dos abogados en su propia casa, el 16 de agosto de 1964, un domingo, a las ocho de la noche. Rosa acompañada de sus representantes legales acudieron a la cita. Baron Biza parecía sereno, aceptando las condiciones del divorcio. Muy amablemente, sirvió dos vasos de whisky y los llevo a los dos abogados.


Luego llenó un tercer vaso y se acercó a su esposa sin apuro. Al tenerla frente a él, arrojó el contenido a la cara de Rosa Sabattini. El de ella no era whisky, era ácido clorhídrico. La escena se transformó en una pesadilla que no podría describirse a través de las palabras. Los abogados la cubrieron como pudieron y la llevaron de inmediato al Instituto del Quemado. Barón Biza quedó allí, solo. Unas horas después fue a buscarlo la policía y lo halló en su cama. Se había disparado un tiro en la cabeza. Rosa Sabattini, soportó una vida recluída, luchó por años por recuperar algo de su hermoso rostro, pero fue en vano, a pesar de haber sido operada por los mejores cirujanos plásticos de Europa. En 1978, se suicidó arrojándose al vacío desde el mismo departamento donde ocurrió todo. Raúl Barón Biza fue enterrado a pocos metros del mausoleo de Myriam.

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