Vivimos en una sociedad machista, donde desde la cuna siempre se le ha enseñado al varón que expresar sus emociones es cosa de mujeres y que los “machos” no lloran. Se les inculca que solamente le pertenece a la mujer el mostrar sus sentimientos porque de otra manera está siendo débil o perdiendo su hombría.
Pareciera que el llorar es algo exclusivamente de las mujeres. Sin embargo, nos olvidamos que ese niño, ese hombre tiene sentimientos y emociones como cualquier otra persona. Es un ser humano y nadie puede cambiar eso.
Es ilógico decir que los hombres sólo tienen autorización a llorar en momentos especiales, como es enfrentarse ante la muerte de un ser querido, un fenómeno atmosférico, un atentado, la guerra, la boda de un hijo o el nacimiento de un hijo o nieto, entre otros.
Prohibirle a un niño desde su infancia que exprese sus emociones y sentimientos equivale a incapacitarlo y mutilarlo sentimentalmente, porque no se le permite verbalizar lo que siente y debe aguantarse como “macho” mostrando una fortaleza que muchas veces no tiene.
La sociedad es culpable de que nuestros hombres no sean expresivos, tanto para mostrar sentimientos de tristeza como de ternura. El primer argumento utilizado es que un hombre que llora deja de ser hombre para convertirse en “niñita”. Se asocia con debilidad, olvidando que es un asunto que tiene que ver con los sentimientos. Y nos hacemos cómplices en el hogar y en la escuela. Y cuando una mujer ve a un hombre llorar, para ella es motivo de asombro, el pensamiento que se cruza por su mente es que se trata quizás de un gay. Es una realidad muy cruel pero es el mundo en que vivimos.
Alguien dijo: “Los latinos somos considerados gente de sangre caliente, en cambio los europeos son catalogados como personas frías, que no exteriorizan sentimientos, sin embargo, el concepto de hombría es tenido por acá, por nuestras tierras, como sinónimo de rudeza, machismo, donde no cabe ver a un hombre llorar. Ahí es donde nos contradecimos, porque si somos de sangre caliente se supone que derramemos lágrimas con facilidad. Hace muy poco vi a un amigo llorar, entonces vi a ese joven enorme en su estatura, como un ser humano común, que siente, se estremece y vive con intensidad.”
Un hombre que puede expresar sus sentimientos sin temor alguno no es menos hombre; al contrario, lo exalta porque puede verbalizar, exteriorizar sus emociones de una forma sana y es una forma de conocerse a sí mismo.
La presión que se ejerce en el hombre desde su niñez, ya sea por parte de la sociedad, la familia (madre, abuela, tíos, etc.) o los amigos lo lleva a reprimir sus emociones de una forma inadecuada, produciendo en él un comportamiento frío e insensible y en algunos casos, agresivo, sin añadir que tendrá como consecuencia el tener problemas de salud en el futuro.
Es por ello, que muchos matrimonios fracasan. La comunicación de pareja es un factor muy importante. El dilema está en que muchos hombres no pueden expresar lo que sienten como lo hacemos las mujeres y esto dificulta que la relación progrese. La mujer, entonces, se siente frustrada porque piensa que es sólo ella quien está buscando soluciones y llevando el peso de la relación. Y si tienen hijos, el mensaje también es transmitido a ellos. Lo cierto es que la incapacidad emocional que llevan consigo es tan intensa que ellos sienten impotencia, rebeldía, frustración al no poder demostrar sus sentimientos. Y entonces, se les juzga por su frialdad e insensibilidad. Nadie puede dar lo que no tiene.
A partir de ahora, enseñémosle a las nuevas generaciones de hombres a que sean expresivos, que no repriman sus emociones; que no olviden que son seres humanos. Expresar los sentimientos no es sinónimo de falta de hombría o debilidad. Serán mejores hijos, buenos esposos y padres de familia. En la medida en que ellos aprendan a expresarse serán más felices y podrán compartir momentos inolvidables con sus seres queridos sin temor a sentirse culpables.
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