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martes, 23 de febrero de 2010

LECCIONES QUE NOS DA LA VIDA

Colaboración Clor2005


LA VUELTA QUE ME DEBÍA LA VIDA


-Siempre me lleva no menos de dos o tres minutos corregir los trabajos de mis alumnos; doy clases en una escuela primaria para adultos, pero al revisar la tarea del día anterior y en particular la de Alberto Gómez, me tomo mucho más que unos pocos minutos. La tarea consistía en narrar con sus propias palabras su experiencia desde que decidieron asistir a la escuela y él puso lo siguiente:
“No se como explicar lo que me pasa, cuando le dije a Matilde que me había anotado en la escuela me miro como bicho raro, pero después entendió que sería bueno, y que le podría dar una mano con los chicos en las tareas escolares. Yo nunca pensé en algo así, solo quería por lo menos escribir mi nombre. En lo único que soy bueno es con los números. En el mercado, no hay quien saque una cuenta más rápido que yo. Pero se que con eso solo no alcanza, por eso con mucho esfuerzo, pues llego tarde de trabajar y muy cansado, pero igual todos los días desde que empezaron las clases llueva o truene, aquí estoy parado como una estatua.
Hace muchos años, cuando yo era chico fui a la escuela, pero me acuerdo que no fue por mucho tiempo, porque nos mudamos a un campo que quedaba muy lejos del pueblo, y no se podía perder el tiempo para ir a estudiar, porque había que trabajar y eso era más importante que cualquier libro. Pero de ese breve paso por la escuela me quedó algo clavado en mi pecho como un puñal, que todavía no puedo sacar. Un día la señorita nos dio una nota para llevar a casa y hacerla firmar por los padres, para ir a dar una vuelta en calesita. Yo me acuerdo como si fuera hoy que me lleve la nota, pero nadie me la pudo firmar porque ni mi mamá, ni mi papá sabían escribir. Por eso al otro día, a la hora en que todos los chicos se fueron a pasear yo me quedé mirando por la ventana.
Pero el mundo tiene muchas vuelta como la calesita, y unas cosas van y otras vienen… Anoche cuando llegue de trabajar el menor de mis hijos me dijo.
-Papá, acá tengo una nota para que la firmes, es para salir de la escuela, para ir a la plaza y dar una vuelta en la calesita de Don Tomás.
Yo lo mire con las lágrimas que me asomaban por los ojos, se me hizo un nudo en la garganta, por fin iba a poder darle a mi hijo lo que la ignorancia me había quitado. La vuelta más importante de mi vida iba a comenzar de la mano de él y eso no era poca cosa para mí, la vuelta de mi niñez estaba frente a mis ojos y ahora el saber leer y escribir me daban la oportunidad de saldar cuentas con el pasado.
-Papá también tenemos que llevar cinco pesos, para pagar la vuelta en la calesita y tomar un helado.
Saque del bolsillo de mi pantalón los diez pesos que me quedaban y se los di, —- y le dije:
-Bueno hijo toma estos diez pesos para que pagues por tus gastos y los otro cinco dáselo a la señorita para que le pague a alguno de tus compañeros que no tenga plata para hacerlo. Y… haber… ¿dónde está esa nota que te la firmo? Tomé el cuaderno en mis manos como si fuera el documento más importante del mundo, ni el Presidente mismo al firmar sus decretos ha puesto tanto empeño como yo al poner mi firma:

ALBERTO GOMEZ, con letras grandes para que se note, SI AUTORIZO A MI HIJO A DAR LA VUELTA EN CALESITA.

Cerré el cuaderno y levanté la vista, él sabía que era su cuaderno el que tenía en mis manos, yo estaba llorando y él también. Era un hombre corpulento con cara de niño, lo mire, él me miró y los dos sentimos que las palabras estaban de más.
¿La nota? no había nota para esa tarea, porque cada una había sido escrita con las tripas, que es, creo yo, la mejor manera de plasmar en un papel las cosas del alma y del corazón.

Laura Quinteros- Los Surgentes-Cordoba

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