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lunes, 25 de enero de 2010

CIENCIA EL CHAT COMUNICACION....O......? PARTE 3

3. COMUNICACIÓN EXTRA-LINGÜÍSTICA

En los canales de conversación de los ‘chats’, la comunicación extra-lingüística, tal y como la hemos entendido hasta hoy, no existe. Esta ausencia podría ser considerada una dificultad insalvable, que debería mediatizar considerablemente la capacidad de transmisión de contenidos, opiniones y estados anímicos. No obstante, los usuarios de los ‘chats’ han salvado este escollo con una mezcla de conformismo y creatividad. Un conformismo bien entendido, pues se refiere a que, dadas las posibilidades del medio, resulta imposible transmitir a través de él información no-verbal/textual. Y bien entendido debido a que no es un conformismo negativo: los usuarios se amoldan a estas restricciones y se comunican a pesar de ellas. Quizá deberíamos decir que se comunican gracias a ellas. Una creatividad, por otro lado, que se refiere a la capacidad de los usuarios para inventar fórmulas de transmitir esa información no-verbal/textual de forma eficaz.

Dentro de este último aspecto, debemos citar los diversos recursos que han surgido de estos contextos. En primer lugar, nos ocuparemos de los emotes . Los ‘emotes’ son acciones que el usuario enuncia para expresar lo que está haciendo, sintiendo o pensando. Podemos dividirlos en dos tipos. El más simple consiste en escribir el verbo correspondiente a la acción que se desea expresar entre paréntesis o comillas, del modo siguiente:

(reír)

De este modo, la audiencia lee que el personaje llamado Kiberion está riendo. Una segunda manera de transmitir la misma acción, en este caso la risa, y que sólo es válido para un reducido número de acciones, es el uso de una onomatopeya, de este modo:

jajaja

He, he, he

En este caso, el personaje recurre a una onomatopeya, que resulta significativa dentro del registro simbólico de las convenciones culturales-mediáticas de la lengua castellana. Nuevamente, el contexto televisivo y los cómics y tebeos han proporcionado una representación gráfica de algo tan diverso e irrepresentable fielmente como una carcajada.

No obstante, hay un modo ligeramente más elaborado, que, mediante un sencillo comando, hace que lo que aparezca en pantalla sea precedido por el nombre del personaje como si alguien estuviera describiendo la acción. Es el ‘emote’. Desde luego, a nivel narrativo es bastante más efectivo:

* Kiberion se ríe

Si lo que queremos subrayar es la eficacia comunicativa, ambos sistemas resultan funcionales: la audiencia entiende claramente que al personaje Kiberion  algo le hace gracia. No obstante, tal y como ya tendremos ocasión de subrayar, un ‘chat’ es también una pieza literaria, una elaboración narrativa colectiva, instantánea y efímera, donde autores, actores y público confunden roles y funciones. Un ‘chat’ es algo así como una performance sin público. Por ello, cuando el usuario conoce la orden correspondiente, suele escoger siempre la segunda de las formas propuestas. Aunque hayamos hablado anteriormente de la sencillez de las construcciones gramaticales y retóricas en un ‘chat’, también hay que tener en cuenta esta faceta performativa, que hace que se le dé al texto, según las inquietudes de los usuarios o según la caracterización de los personajes, una cierta intencionalidad estética. En este sentido, la eficacia estética parece ser la razón por la que, una vez aprendidas las órdenes básicas de los ‘chats’ y ya no se es demasiado novato, los usuarios tienden a escoger, para sus personajes, formas de expresión ligeramente más elaboradas, siempre que ello no dificulte excesivamente el ritmo vivaz de la conversación. Así, disponemos de expresiones más creativas que describen los actos físicos, no-verbales, de los personajes. La capacidad de describir las acciones enriquece claramente la interacción textual. Por ejemplo:

* Kiberion se parte de risa

* Kiberion se ríe descontroladamente hasta caerse de la silla. No espereis aún su respuesta: dejad que se levante.

No obstante, no creemos que estos ‘emotes’ narrativos suplan la comunicación no-verbal. En todo caso, ocupan el hueco que su ausencia propicia. Son, en cambio, una faceta teatral extraordinaria de la que no disponen otras formas de interacción instantánea, como el cara-a-cara o el télefono. Permiten una elaboración narrativa, presumiblemente ficticia y claramente literaria. Nos da razones para conceptualizar este tipo de interacciones como algo de una inusitada vehemencia teatral. Si estamos acostumbrados, en ciencias sociales, a afirmar que la personalidad pública es una máscara, o un juego de máscaras, la evidencia de los ‘chats’ lo supera. Si recordamos la perspectiva teatral con que trataba Goffman las interacciones y las relaciones de copresencia, los ‘chats’ rizan el rizo. Y si Goffman hablaba de copresencia, el nuevo medio nos sitúa en el ambiguo reino de la tecnopresencia. Las relaciones sociales en los ‘chats’ y en el ciberespacio en general, permiten la creación dramática del personaje y una elaboración narrativa que mezcla lo espontáneo y próximo con un lenguaje en tercera persona, convencionalmente distante. Ello nos pone de nuevo sobre la pista del ‘género confuso’ que constituye los chats, añadiendo un nuevo factor: a la confusión de factores de lengua escrita y lengua oral, debemos, ahora, sumar algunas de las características propias de la representación teatral.

Por otro lado, a la teatralidad del ‘emote’ hay que sumar una segunda característica. El hecho de que sea una afirmación que aparece en tercera persona, como surgida de un narrador distante, omniscente, confiere al texto de una mayor capacidad expresiva. El efecto del ‘emote’ adquiere así mayor riqueza: añade la figura de un narrador. Un narrador que, de hecho, es ontológicamente inexistente. No obstante, a nivel comunicacional, representativo y expresivo, sí parece existir. Y en los ‘chats’, apariencias y realidades, representaciones y verdades ontológicas se funden en una sola dimensión, a la vez dramática, a la pantomímica. Sea como sea, un ‘emote’ narrado altera el ritmo de la conversación ‘normal’, es decir, de la conversación hecha de intervenciones pseudo-orales constantes. Propician un efecto de distanciamiento gramatical dentro de un texto donde la espontaneidad y la instantaneidad de las intervenciones hace que prime lo próximo. Confunden de nuevo y aún más el registro de los ‘chats’ haciéndolo aún más peculiar.

El resultado de la combinación de cosas dichas y cosas hechas, de afirmaciones instantáneas y de acciones narradas es, por definición, confuso. Un pastiche típicamente postmoderno, heterogéneo, aliterado, multiforme y superficial. Un pastiche que toma ejemplo e inspiración en las narraciones épicas y mitológicas más populares de nuestro tiempo; las epopeyas televisivas.

Tal y como plantea Gehlen y ya hemos discutido anteriormente, la cultura es la única naturaleza que conoce el ser humano occidental contemporáneo. No hay más entorno que aquello que la propia humanidad ha puesto a nuestro alrededor. En el entorno disponible para los usuarios de ‘chats’ (especialmente para la mayoría de ellos, urbanos y menores de treinta años, que no han conocido un comedor sin televisión en color), centellean las narraciones televisivas donde lo dicho y lo narrado se entremezclan con total naturalidad. La voz en off está presente en la forma que tenemos de conceptualizar el mundo. La televisión, la gran fábrica de mitos que asimilamos casi hipnóticamente, hace que nos parezca natural la combinación de la voz activa y la voz en off. La televisión volverá a aparecer cuando hablemos de la temática y los contenidos de los ‘chats’. De momento, baste señalar su importancia a la hora de permitir conceptualmente una estructura de interacción que, si es estudiada con la suficiente curiosidad y distanciamiento/extrañamiento antropológico, debería resultar sorprendente. Que la televisión sea el electrodoméstico hegemónico en nuestros hogares no puede hacernos olvidar que somos nosotros quienes lo hemos puesto ahí. Y que sus efectos y funciones son artificiales, producidas, por definición, culturales. La televisión no es solamente una inagotable cantera de referentes y contenidos culturales narrativos, incluso de tipo mitológico. También es –y en este caso es lo que queremos enfatizar- un proveedor ineludible de estructuras expresivas, narrativas, comunicativos e, incluso, cognitivas.

En lo que sigue nos ocuparemos de temas y contenidos que pueden ser considerados obvios, triviales e improcedentes. Para poder observarlos desde una perspectiva analítica válida, debemos forzar un alejamiento, tratar los materiales con que nos cruzaremos como "antropológicamente extraños", en palabras de Harold Garfinkel . Como dice Garfinkel, el cuerpo de conocimientos que manejan nuestros sujetos de interés es ‘omnipresente, no-problemático y un lugar común’. Es un cuerpo de conocimientos que no destaca por un suficiente exotismo ni folklorismo. Nuestros sujetos de estudio comparten nuestro entorno social y cultural, nuestros referentes, intereses, objetivos vitales, hobbies, etc. Son demasiado próximos y, por ello, su estudio debe mantenerse en medio de dos extremos peligrosos: lo obvio y lo obviado. A veces, hablaremos de temas que parecerán demasiado obvios. Otras, pecaremos de lo contrario y obviaremos datos quizá imprescindibles. Sea como sea, el ejercicio de autoalejamiento y extrañamiento es necesario para poder captar en su propio sentido las relaciones sociales en el ciberespacio, en general, y en los ‘chats’ en particular.

El cine y la televisión –quizá también las narraciones radiofónicas de antaño- han servido de arado conceptual con el que roturar la tierra de nuestra imaginación. Que ahora nos parezca natural la combinación del registro de lo dicho y de lo narrado es una prueba más de la influencia determinante que tienen los medios de comunicación en la cultura occidental. Y no sólo en contenidos, sino también en lo que se refiere a la forma de ordenar, entender y expresar la realidad. Por otro lado, que nos resulte sorprendente una afirmación de este tipo sirve para subrayar de nuevo que es necesario ese esfuerzo de extrañamiento al que hacíamos mención. Aún más, si lo que llama nuestra atención analítica es un objeto de nuestra propia realidad, ya que es en ella donde tenemos más tendencia a dejarnos engañar por nuestras propias naturalizaciones. Los ‘emotes’ no nacen de la nada. Existen en tanto que fueron previamente imaginados, conceptualmente posibles. Su efecto, no obstante, es importante: confieren mayor riqueza expresiva a los ‘chats’ y se convierten en una característica peculiar de su género.

Los ‘emotes’ fueron imaginados como posibilidad –por parte de los visionarios y técnicos imbuidos de lecturas de ciencia ficción de algunos centros de investigación norteamericanos-, luego fueron diseñados como aplicación real –por los técnicos ingenieros e informáticos que confiaron en esa intuición-, y finalmente fueron apropiados como recurso pragmático por los usuarios, quienes le darían su contenido, ritmo y estructura definitiva. En este proceso no hay nada de ‘natural’, por mucho que lleguemos a ‘naturalizar’ su funcionamiento y uso. Es algo artificial, producido, creado, proporcionando un nuevo medio de comunicación y sociedad. Una tipo de comunicación y un tipo de sociedad propio, a su vez, de este medio, plagado de referencias a otros aspectos sociales y comunicativos previo y plagado, también, de elementos peculiares y característicos. Los ‘emotes’ sirven de ejemplo lúcido para ilustrar este proceso de fusión de lo preexistente y lo nuevo. Amparándose en el contexto cultural-mediático que los hizo pensables –primero-, posibles –después- y útiles/utilizados –por último-, los ‘emotes’ iluminan el proceso de aleación cultural-mediática del medio y del género del que forman parte.

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