Aquella noche víspera de Año Nuevo era especial. Las manecillas del reloj devoraban cada minuto del agonizante año.
Con ánimo de fiesta y con nuestro mejor espíritu caminamos presurosos, por no llegar tarde, a aquella cita que se hacía ineludible. No se precisó cruzar el umbral para presentir el jolgorio que había adentro. Risas, cantos y el bullicio típico de muchas voces exaltadas. A la puerta los guardianes hicieron su meticuloso trabajo que era el de despojar a todos de las penas, dolores, sufrimientos y fracasos, para darnos a cambio una copa rebosante de esperanza. Más liviano y libre, entonces si pude entrar. El consabido saludo general y después el personal. Algunos sin lugar a dudas habían venido temprano para instalarse a sus anchas, entre ellos estaban los que seguirían de fiesta toda la noche y los que habían venido para estar al mejor estilo cenicienta pues cuando el reloj marcara las doce deberían huir prestos a sus obligaciones familiares y sociales. Una rápida mirada me bastó para darme cuenta de que entre los visitantes había de todas las edades y por sus cadencias idiomáticas de muchos países. Aquella torre de babel absorbía a quien osaba traspasar la puerta sumiéndole en un mar de saludos de bienvenida. Los más veteranos en éstas lides apadrinaban a los más inexperientes haciéndolos sentir como en casa. Caminaban de un lado a otro repartiendo abrazos y alegría. Nadie pudo entonces sentirse abandonado, olvidado ó no querido. Y se sintieron valiosos como siempre debía haber sido. Volaron entre los asistentes los recuerdos lindos, aquellos que te hacen dar ganas de vivir, las ilusiones de un mañana mejor que te hacen avanzar pese a los obstáculos y sobre todas las cosas aquellas sensaciones que te hacen sentir que eres importante, que importas a alguien, que se preocupan por ti y que cuando tu trabajas o duermes sabes que alguien piensa en ti. Y así el año viejo se fue empequeñeciendo y los lazos de amistad agigantándose. Las campanadas comenzaron a sonar y quedaron apagadas por los efusivos gritos deseando felicidad. Alguna lágrima mojó alguna mejilla cuando los recuerdos de los amados vinieron a la mente, pero no es malo llorar, las lágrimas tiene la propiedad de arrastrar desde el corazón y el alma el dolor y las amarguras. Dejándonos cansados pero limpios por dentro. Si no supiéramos llorar el dolor nos mataría. Tenemos esa capacidad de soportarlo todo sencillamente porqué sabemos llorar y si cuando lo hacemos tenemos un pecho u hombro donde recostar nuestra cabeza podemos presentir que hay luz al final del camino. En el patio muchos pechos y hombros quedaron húmedos aquella noche, pero no hubo un sólo rostro en el que no se marcara una sonrisa. Aún no se había apagado el eco de las campanadas cuando empezaron a llegar aquellos que cumplidas sus obligaciones hacían uso de su libre albedrío y llegaban por propia elección. Más abrazos y buenos deseos en aquella comunidad que no se ataba a tiempos ni espacios. Sin reglas ni leyes obligadas a cumplir pero movidos por los sentimientos que sólo aquel que tiene amigos puede entender. En la mesa ni hubo pan dulce, ni turrones, ni carnes asadas, nadie descorchó una botella no fue necesario porqué en el patio aquella noche buena cada palabra cada gesto destiló amor y amistad…en el patio aquella noche nadie se sintió solo.
Avanzada la noche, madrugada para algunos, nuevo día para otros sentí que el sueño me vencía. Me despedí de todos uno a uno, de los que conocía y de los que no. Y me fui por el mismo camino que había llegado. Afuera algunos cohetes surcaban el cielo adentro me recosté sobre el respaldo del sillón, sonreí, había sido una buena noche. Apagué el equipo y pensé “que fácil es ubicar geográficamente un lugar en la tierra, bastan tan solo dos coordenadas longitud y latitud pero nuestro patio donde está? No lo sé pero Seguramente estará en algún lugar entre el corazón y el alma.
1 comentario:
Josssssssssggggggg...........que lindo tu blog!, te felicito!... pero quiero decirte de todo corazón que tus palabras me han dejado pensando profundamente sobre nuestra "realidad" en el patio...y en el límite tan débil entre lo virtual y lo real en lo que respecta a las vivencias que tenemos en ese lugar...indudablemente situado en medio de las coordenadas "alma y corazón" :)
Un beso grandeeee!!!
-Mar-
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